Las mujeres cada día son más marranas

Al 200 del Paseo de la Habana». El taxista mira de reojo. Pasan pocos segundos que a él le parecen siglos. Continúa con las miradas de soslayo. La viajera, cada vez más inquieta. Sigue conduciendo. Ha cambiado de táctica. Los ojos vuelven al frente. Un «uff» de alivo se le escapa a la pasajera. Pero el conductor sigue a la carga. Clava la mirada en el espejo retrovisor mientras la mujer nota como si el asiento la engullera. El hombre abre la boca: «Oiga ¿Es qué actúa hoy allí algún cantante?». La mujer se relaja, se desinfla a la vez que lanza un «¿por qué?». «Es que no hago nada más que dejar allí a chicas histéricas». Se escucha un «plaff», la viajera se distiende (se siente tan a gusto como si se hubiera librado de la faja y corsé a un tiempo) halagada por la confusión. «iMira que confudirme a mi edad con una fans adolescente! Bueno sólo tengo unos pocos años más, 25, aproximadamnate, ji, ji...», parece decir. 

En recompensa decide explicarle el por qué del aluvión adolescente, porque ella es una mujer bien informada. «Es que entrevistan a dos actores de la serie Sensación de vivir, de Tele 5 en el Teatro de la ONCE. Estos chicos muy majos, altos, rubios... Más no se puede pedir», le explica la mujer mientras piensa que si el taxista le ha confundido con una quinceañera, a lo mejor puede pasar por una de ellas. «Me lío la manta a la cabeza y voy. Decidido», piensa y ejecuta la mujer. «Taxista, al Teatro de la ONCE», grita nuestra «quinceañera de incógnito». Calor. Es tan fuerte la sensación... de ahogo, que los rostros están mojados. Chicas: altas, bajas, medias, escuálidas, flacas, normales, gorditas, rechonchas. Muchas chicas. Unos cuantos muchachos: la mayoría anodinos. Algunos niños y sesudos padres de familia, los menos. La verdad es que forman un curioso movimiento de fans.


Todos esperan pacíficamente, sin estridencias como sucedió en Barajas, en la antesala del Teatro a que se abran las puertas para ver a dos de los nuevos ídolos televisivos. Y eso que los que han venido son, a simple vista, los más feos, Steve (lan Ziering) y David (Brian Austin Greene), protagonistas de la serie Beverly Hills 90210 que hace estragos en media América y en toda España. Entre sudores y humores las fans repasan uno a uno los capítulos de serie. «¿Te acuerdas cuando Brenda se acostó por primera vez con Dylan y creyó que estaba embarazada?» «La verdad es que estos chicos tienen unos padres muy chulos, pasan de echarles la charla, no como los míos. Vaya chorra que tienen», la que habla ahora es una joven con una especial predilección por todas las palabras que llevan chés. Nuestra «quinceañera de incógnito» se pega a los corrillos para que las arrugas de sus «25 años, aproximadamente» pasen desapercibidas entre los insultantes granos de las jovencitas. «iChachi. Chachi. Ya! Chicos que entramos. Chisss», insiste la joven «cheísta». 

Las puertas se abren y todos, a tropel. Ahora, sentados, la espera se hace aún más interminable. «iJo! y yo sin comer», dice un joven «pelín barbado» mesándose los cuatro pelillos de su barbilla. A falta de otra cosa, los fans, que pese al incidente de Barajas no tienen nada que ver con aquellas seguidoras de Leif Garret (por ejemplo) que se autotorturaban clavándose sus propias garras en sus tiernos y juveniles mofletes, se entretienen criticando a los dobles de Sensación de Vivir. A cada miembro de la panda de Beverly le ha salido un doble español. Dylan, Steve, los mellizos Brandon y Brenda (los papis no se complicaron mucho en la elección de los nombres) tienen clónicos a la española. Clónicos que robaron por unos minutos el protagonismo a las estrellas de la tele. Pero fue un hurto sin importancia. «Si esa se parece a Brenda, ésta -la aludida es nuestra "quinceañera de incógnito"- es de mi quinta», cuenta el joven de la barba «espectacular». Seis y cuarto. 

Comienza el espectáculo. Otro «macizo» de moda, Jesús Vázquez, presenta a sus ilustres invitados. «Este es un ¿Hablando se entiende la basca? especial. Porque están con nosotros Steve y David, los chicos de Sensación de Vivir», explica Vázquez, al tiempo que los «tío bueno», «guapo»... del público parecen hacerle perder «la coló». El calor, el hambre canina de algunos, la impaciencia, la «hartura» hacen «mutis por el foro» cuando salen a escena los dos mozos estadounidenses.

Las bocas abiertas hasta formar perfectas ues, las babas cayendo, la secreción salivar desbordada. La rueda de prensa para los «espontáneos», tras conseguir que las mandíbulas de los asistentes después del esfuerzo aperturista vuelvan a su posición habitual. «Yo. Yo», se levantan cientos de manos. «¿Qué hacéis para ligar?», alguien lanza la pregunta del millón de dólares. 

El robusto lan Ziering (Steve), de rubios bucles, clavadito a un angelote de Rubens que hubiera perdido sus michelines a fuerza de estirones o esteroides, responde. Steve (en su papel de macizo) se levanta, se acerca a la joven (clónica de Brenda) que está sentada a izquierda y la iza con silla incluida. Gritos, silbidos, aplausos, «tío bueno»... Brian Austin Greene (David) tiene la obligación de superar la actuación. Mira a su derecha. Ve a la doble de Kelly. Sigue acercándose peligrosamente. Se para frente a ella y realiza un extraño baile de apareo. Un arrítmíco movimiento pélvico que haría morirse del susto al difunto Elvis Presley provoca el paroxismo entre las adolescentes y un «humor» sonrojado en la «quinceañera de incógnito». Continúan las preguntas: «¿Cuánto tiempo tardáis en rodar cada capítulo de la serie? ¿Os parecéis en algo a vuestros personajes?...». 

La historia se acaba. De pronto, un aluvión de jovencitas abandonan sus asientos para lanzarse al escenario. «Ssstí -(se refiere a Steve). Ssstí. Un autógrafo», graznan decenas de niñas. «Señora -como no, la aludida es nuestra "quinceañera de incógnito", aparte, deje paso a la juventud». Los tres macizos se marchan (David, Steve y Jesús). Lo propio hace la jauría juvenil. Sólo se queda la «quinceañera de incógnito» que, pegada a las azafatas del programa, no hace más que repetir: «25 años, aproximadamente. No tenía que haber venido. La culpa la tiene el taxista mirón».

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