Los pelotas nunca faltan

La evolución del discurso gubernamental acerca de YPF empieza en las soflamas por la patria zaherida y termina en el reconocimiento del derecho a expropiar al que ya sólo le queda negociar un precio. Es decir, que va del ridículo a la impotencia.

La reacción vehemente, con la que el Gobierno parecía empeñado en demostrar que habían terminado los años zapaterianos en los que España fue un mindundi internacional, ha desembocado en una derrota sin paliativos que ahonda aún más la sensación de que nuestra política exterior es incapaz de hacerse respetar. (Ni siquiera por supuestos bandoleros capitaneados por un engendro del bótox, por resumir el minucioso conocimiento del peronismo que rezumaron los periódicos). Y menos aún cuando nuestros portavoces primero se desbocaron con amenazas imposibles de cumplir y luego le ronronearon a CFK un acuerdo mendicante para defender a una empresa identificada con la patria cuyo directivo en Buenos Aires, sin avisar a ninguno de esos pequeños ahorradores de nuestra compasión, vendió sus acciones cuando se lo vio venir. ¡Bravo! ¿Todavía quedan pelotas dispuestos a hacer comparaciones con Churchill o también a ellos esto les va sonando más bien a Rompetechos?

¿Qué puede haber aprendido el plantel de estadistas veteranos que iba a compensar las adolescencias de Zetapé? Primero, que las bravatas neocoloniales no sólo no arrugan al peronismo, sino que le conceden una razón moral con la que agitar a la militancia y entretener con la humillación de la metrópoli la eterna espera de Malvinas: la cancha de Vélez llena, militarizada y predispuesta a la aparición religiosa demuestra que aquí hace meses que se subestima a CFK y que se ignoran por completo ciertos particularismos de la política argentina. Segundo, que las naciones iberoamericanas han desarrollado una conciencia de sí y de sus propios lazos solidarios que limita la influencia de España, así aparezca el rey con su «por qué no te callas» y su rifle de matar elefantes. Tercero, que nuestros propios socios políticos y comerciales jamás llevarían la defensa de nuestros intereses hasta el extremo de perder las oportunidades abiertas ahora para sus propias petroleras con los contratos de asociación -que no de venta- que habrán de firmarse para la explotación de Vaca Muerta. 

Y cuarto, que la sociedad argentina no tiene por qué aceptar disciplinadamente el retrato que de ella se pergeña aquí, y menos cuando está basado en insultos. Hasta los que tenían escrúpulos con CFK los aplazaron hasta que los gallegos se dejaran de joder. 

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