La taladradora de Fernando Alonso

En Montmeló, Fernando Alonso y el resto de pilotos estrenaran novedades en sus coches, algunas visibles, otros más discretas. 

Todas, con el mismo objetivo, mejorar. Ser más rápidos, como siempre. Así ha sucedido en la historia de este deporte, donde los coches han estado en evolución. Viendo lo difícil que resulta ver a simple vista los cambios tecnológicos de los F1 en la actualidad, resulta interesante recordar invenciones que cambiaron la F1 para siempre.

Los organizadores del GP de Argentina de 1958 se negaron a pagar la prima de salida al pequeño y, según ellos, ridículo Cooper-Climax de motor trasero. Tras ganar la carrera en manos de Moss, el cochecito inglés convirtió al resto de competidores en dinosaurios. 

Las dos temporadas siguientes los Cooper arrasaron. A pesar de las reticencias de algunos, Ferrari en particular, la F1 nunca sería la misma. En 1962, el Lotus 25 de Jim Clark revolucionó la especialidad con un chasis de planchas de aluminio en lugar del clásico entramado de tubos de acero. Al poco, todos sus rivales se vieron obligados a seguir al genial Chapman. En 1981, McLaren construyó sus chasis de una pieza en fibra de carbono. Los fabricaba una empresa de tecnología espacial en USA. Hoy, todos los chasis se fabrican así.

En el GP de Bélgica de 1968, Brabham y Ferrari sorprendieron a la concurrencia montando unos aparatosos alerones detrás del piloto. Los coches australianos los llevaban anclados a la suspensión trasera, mientras que los rojos los llevaban instalados en el chasis encima de los tubos de escape. En las carreras siguientes, todos los llevaban. Hasta hoy. En 1975, Ferrari presentó su 312 T, equipado con la caja de cambios en posición transversal. La idea se le ocurrió al legendario ingeniero de la Scuderia, Mauro Forghieri, desmontando una taladradora estropeada que usaba para colgar un cuadro en su casa. Ganaron cuatro títulos de constructores en cinco temporadas.

En los entrenamientos del GP de España de 1976, la F1 se convulsionó con el nuevo Tyrell, el P34, de seis ruedas. El sistema de las cuatro ruedas de pequeño diámetro en el tren delantero, tenía por objetivo obtener más adherencia y aerodinámica. La FIA lo prohibió al final de la siguiente temporada. Seguramente, los F1 de la actualidad llevarían muchas ruedas de haberse permitido esta tecnología. En 1977, Andretti se puso al volante de su Lotus 78, construido con unos anchos flancos que escondían unos túneles en forma de ala invertida. Nacía así el efecto suelo o downforce. 

Desde entonces, todos los monoplazas se diseñan para optimizar el efecto aerodinámico. En el GP del Brasil de 1989, los Ferrari de Mansell y Berger no disponían de palanca de cambios. Las marchas se engranaban con unas levas en el volante. Hoy, hasta algunos utilitarios están equipados con este sistema.

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